Dios - Subba Row
DIOS
Expondré los principios generales de la doctrina Advaita (no dualismo o monismo) y de la doctrina de los Arhats (quienes llegaron a la cuarta y última iniciación) en función del tema de estudio, y dejo en libertad a mis lectores para que decidan si aquéllos señalan una creencia en un Dios personal o impersonal, o implican ateísmo.
Pediré aquí a mis lectores (al menos a quienes no estén familiarizados con las teorías cosmológicas de los pensadores idealistas europeos) que examinen la teoría cosmológica de John Stuart Mill, según las explicaciones de éste al estudiar la filosofía de Sir William Hamilton, antes de intentar comprender la doctrina Advaita; y me adelanto a informarles que, al explicar los principios más importantes de dicha doctrina, usaré -en la medida en que sea conveniente hacerlo- la fraseología adoptada por los psicólogos ingleses de la escuela idealista. Al ocuparse de los fenómenos de nuestro actual plano existencial, John Stuart Mill arribó, en última instancia, a la conclusión de que la materia o los denominados fenómenos externos son sólo creación de nuestra mente; son las meras apariencias de una fase particular de nuestro yo subjetivo y de nuestros pensamientos, voliciones,
sensaciones y emociones que, en su totalidad, constituyen la base de ese Ego. La materia es, pues, la posibilidad permanente de sensaciones; y las denominadas Leyes de la Materia son, hablando con propiedad, las Leyes que gobiernan la sucesión y la coexistencia de nuestros estados de consciencia.
Además, Mill sostiene que, hablando con propiedad, no existe un Ego nouménico. Según su opinión, es ilusoria la idea misma de una mente que exista separadamente como un ente distinto de los estados de consciencia que se supone que le son inherentes, como lo es la idea de un objeto externo que se supone que es percibido por nuestros sentidos. De manera que las ideas de mente y materia, de sujeto y objeto, y de Ego y mundo externo, son un producto de nuestro estado mental en conjunto, constituyendo así las únicas realidades en lo que, hasta aquí, nos concierne.
La cadena de nuestros estados mentales de consciencia es «un monstruo bicéfalo», según el profesor Alexander Bain. Posee dos aspectos diferenciados: uno objetivo y el otro subjetivo. Aquí, Mill se detuvo para confesar que el análisis psicológico no avanzó más; el vínculo misterioso que interconecta la cabalgata de nuestros estados de consciencia y da origen a nuestro ahankara (consciencia de sí mismo, autoidentidad) en este estado de la existencia, sigue siendo todavía un misterio incomprensible para los psicólogos occidentales, aunque su existencia se perciba oscuramente en los fenómenos subjetivos de la memoria y la expectación. Por otra parte, los grandes físicos de Europa están llegando gradualmente a la conclusión de que la mente es el1 producto de la materia, o de que es uno de los atributos de la materia en alguno de los estados de ésta. A su vez, las especulaciones de los psicólogos occidentales pondrían de manifiesto que la materia es producto de la mente, y que la mente es producto de la materia. Estas dos proposiciones son aparentemente inconciliables. Stuart Mill y John Tyndall han admitido que la ciencia occidental es todavía incapaz de profundizar esta cuestión. Tampoco es probable que resuelva este misterio de aquí en adelante, a menos que requiera el auxilio de las ciencias ocultas y adopte un criterio más amplio sobre las capacidades del real yo subjetivo del hombre y los diversos aspectos del gran universo objetivo.
Los grandes filósofos advaitines de la antigua Aryavalla -la «Tierra de los Aryas», o sea, la Indiahan examinado la relación entre sujeto y objeto en todos los estados de la existencia, en este sistema solar donde se presenta tal diferenciación. Así como un ser humano está compuesto por siete principios, de igual modo, en el sistema solar la materia diferenciada existe en siete estados diferentes. Estos diferentes estados de la materia no se hallan todos al alcance de nuestra actual consciencia objetiva. Sin embargo, el Ego espiritual del hombre los puede percibir objetivamente.
Todas las cosas materiales, en todos los estados de la materia, son objetos de la percepción para la liberada mónada espiritual del hombre, o para los Dhyan Chohans (Señores de la Luz), Además, Prajna, o la capacidad perceptiva, existe en siete aspectos diferentes, correspondientes a los siete estados de la materia. Estrictarnente hablando, sólo hay seis estados de la materia; el que se denomina séptimo es el aspecto de la Materia Cósmica en su estado original indiferenciado. De manera similar, hay seis estados de Prajna diferenciado; el séptimo es un estado de perfecta inconsciencia. Cuando digo Prajna diferenciado, me refiero al estado en el que Prajna se divide en varios estados de consciencia. Por ahora tenemos, pues, seis estados de consciencia, objetivos o subjetivos, según sea el caso, y un estado de perfecta inconsciencia, que es el comienzo y el final de todos los estados concebibles de consciencia, correspondiente al estado de materia diferenciada y su base original no diferenciada, que es el comienzo y final de todas las Evoluciones Cósmicas. Se advertirá fácilmente que la existencia de la consciencia es necesaria para la diferenciación entre sujeto y objeto. De ahí que estas dos fases se presenten en seis estados diferentes, y en el último estado -al no haber consciencia, como ya se dijo- la diferenciación en cuestión cesa de existir. El número de estos diversos estados es diferente en algunos sistemas filosóficos. Pero cualquiera que sea la cantidad de las divisiones, todas están situadas entre la perfecta inconsciencia en un extremo de la línea y nuestro estado actual de consciencia, o bahishprajna (conocimiento objetivo) en el otro extremo. A fin de comprender la naturaleza real de estos diferentes estados de consciencia, solicitaré a mis lectores que comparen la consciencia del hombre consciente con la consciencia del hombre astral, y que además comparen a este último con la consciencia del Ego espiritual del hombre. El universo objetivo no es el mismo en estos tres estados. Pero la diferencia entre el Ego y el no-Ego es común a todos estos estados. En consecuencia, admitiendo lo correcto del razonamiento de Mill en relación con el sujeto y el objeto de nuestro actual plano de consciencia, los grandes pensadores advaitines de la India han extendido el mismo razonamiento a otros estados de consciencia y llegaron a la conclusión de que los diversos estados del Ego y del no-Ego eran sólo apariencias de un mismo ser; el estado último de inconsciencia. Este ser no es materia ni espíritu; no es Ego ni no-Ego; tampoco es objeto o sujeto.
En el lenguaje de los filósofos hindúes, se trata de la combinación original y eterna de purusha (espíritu) y prakriti (materia). Puesto que los advaitines sostienen que un objeto externo es el mero producto de nuestro estado mental, prakriti (la materia) es nada más que ilusión, y purusha (el espíritu) es la única realidad; es la existencia única que sigue siendo eterna en este Universo de Ideales. Este ser es, pues, el Parabrahmam (lo Absoluto) de los advaitines. Aún cuando hubiera un Dios personal con algo parecido a un upadhi material (base física de cualquier forma), desde el punto de vista de un advaitín habrá tanta razón para dudar de su existencia nominal como la habría en el caso de cualquier otro objeto. Según la opinión de los advaitines, un dios consciente no puede ser el origen del universo, pues su Ego sería el efecto de una causa anterior, si es que la palabra “consciente” sólo transmite su significado común y corriente. Los advaitines no pueden admitir que la suma total de todos los estados de consciencia existentes en el universo sea la deidad de ellos, puesto que estos estados están cambiando constantemente y el idealismo cósmico cesa durante el pralaya (período de reposo planetario, cósmico o universal). En el universo existe solamente un estado permanente; el de perfecta Inconsciencia; de hecho, mero Chidakasha (plano de la Consciencia universal). Una vez que mis lectores reparen en el hecho de que este gran universo es en realidad sólo un enonne conjunto de diversos estados de consciencia, no se asombrarán al descubrir que los advaitines consideren que el estado último de inconsciencia es Parabrahmam (lo Absoluto).
La idea de un Dios, de una Deidad, de Ishwara (Dios personal) o bien de un Dios impersonal (si la consciencia es uno de sus atributos) implica la idea del Ego en una forma u otra, y puesto que todo Ego o no-Ego concebible es producto de este elemento primitivo (empleo esta palabra en ausencia de otra mejor), es absolutamente inconcebible la existencia de un dios extracósmico que, con anterioridad a este estado, posea estos atributos. Aunque hasta ahora me he referido a dicho elemento como estado de inconsciencia, hablando con propiedad se trata de Chidakasha (plano de la Consciencia universal) o de Chinmatra (Consciencia abstracta) de los filósofos hindúes, que contiene dentro de sí, en potencia, todos los estados de Prajna y que, como resultado, es la consciencia por un lado y el universo objetivo por el otro, mediante la actividad de su Chitshakti (la energía que genera al pensamiento ).
Antes de proceder a explicar la definición de Parabrahmam, con la cual mi último artículo concluye, cumplo en informar a mis lectores que, según la opinión de los advaitines, los Upanishads y los Brahma Sutras apoyan plenamente los puntos de vista que ellos tienen sobre esta cuestión. En los Upanishads se afirma claramente que Parabrahmam (que es sólo la mera potencialidad de Prajna)2.
El lenguaje utilizado aquí y allá, en los Upanishads, tiende a inducirnos a creer erróneamente, que se señala la existencia de un Ishwara consciente" Sin embargo, cuando examinemos las siguientes observaciones, podremos percibir la necesidad de ese lenguaje. Un atento examen de la teoría cosmológica de Mill permitirá ver sin duda que será extremadamente difícil explicar de manera satisfactoria cómo se generan los estados conscientes en cualquier ser humano, desde el punto de vista de dicha teoría. Por lo general, se afirma que las sensaciones surgen en nosotros como resultado de la acción de los objetos externos que nos rodean: son los efectos de impresiones creadas en nuestros sentidos por el mundo externo en el cual existimos. Esto es bastante sencillo para una mente común, por más difícil que sea explicar cómo una corriente nerviosa del cerebro se transforma en un estado de consciencia.
Sin embargo, desde el punto de vista de la teoría de Mill, carecemos de pruebas sobre la existencia de objeto externo alguno; ni siquiera la existencia objetiva de nuestros propios sentidos implica para nosotros una certidumbre. Entonces, ¿cómo hemos de dar razones y explicaciones sobre el origen de nuestros estados mentales, si éstos son las únicas entidades existentes en este mundo? En realidad, nada explicamos, cuando decimos que un estado mental hace surgir otro estado mental, como tal vez lo demuestre, en alguna medida, la vigencia de las denominadas "Leyes" psicológicas de "Asociación". La psicología occidental admite sinceramente que su análisis no llegó más allá. Sin embargo, de dicha teoría puede inferirse que no habría razones para decir que se necesita una upadhi (base) material para que la mente o los estados de consciencia existan.
Como ya lo indicamos, los psicólogos arios han rastreado esta corriente de estados mentales hasta su origen; la Chinmatra existente por doquier. Cuando le llega el tiempo de evolucionar, este germen de Prajna se desarrolla y, en última instancia, da como resultado la Ideación Cósmica. Las Ideas Cósmicas son las concepciones de todos los estados de la vida en el Cosmos, existentes en lo que puede llamarse la mente universal (la mente demiúrgica de los cabalistas occidentales). Esta Chinmatra existe, por así decirlo, en cada punto geométrico del Chidakasha infinito. Dicho principio tiene, pues, dos aspectos generales. Considerado como algo objetivo, es la Materia Cósmica Eterna o No diferenciada. Desde un punto de vista subjetivo, se lo puede contemplar de dos modos. Es Chidakasha cuando se lo considera como el campo de la Ideación Cósmica, y es Chinmatra cuando se lo considera como el germen de la Ideación Cósmica. Estos tres aspectos constituyen la Trinidad Suprema de los filósofos del Advaita ario.
Se advertirá sin problema que el último aspecto mencionado -el del principio en cuestión- es para nosotros mucho más importante que los otros dos aspectos, pues cuando se la contempla en este aspecto, el principio considerado parece incorporar dentro de sí a la gran Ley de la evolución Cósmica. Y, en consecuencia, los filósofos de la escuela Advaita han juzgado esto principalmente bajo esta luz, y han explicado su cosmogonía desde un punto de vista objetivo. Sin embargo, al hacerlo, no pueden evitar la necesidad de hablar de una mente universal (y ésta es Brahma, el Creador) y su ideación. Pero como consecuencia no debe inferirse que esta mente universal pertenezca necesariamente a un Creador Omnipresente, vivo y consciente, por la sencilla razón de que en el lenguaje habitual siempre se habla de una mente en conexión con un particular ser vivo. No puede sostenerse que un upadhi material es indispensable para la existencia de la mente o de los estados mentales, cuando el universo objetivo mismo -en la que a nosotros atañe- es el resultado de nuestros estados de consciencia. Por lo tanto, expresiones que impliquen la existencia de un Ishwara consciente -que han de encontrarse aquí y allá en los Upanishads- no deberían interpretarse al pie de la letra.
Queda ahora por ver cómo los advaitines explican el origen de los estados mentales en un individuo en particular. En apariencia, la mente de un ser humano en particular no es la Mente Universal, No obstante, la ideación Cósmica es el origen real de los estados de consciencia en cada individuo. La Ideación Cósmica existe por doquier, pero cuando un upadhi material la restringe, el resultado es la consciencia del individuo, que es inherente a ese upadhi. Hablando con rigor, un advaitín no admitirá la existencia objetiva de este upadhi material, Desde este punto de vista, se trata de maya o ilusión que existe como una condición necesaria de Prajna. Pero, para evitar confusión, usaré el lenguaje corriente, y a fin de permitir que mis lectores capten con claridad lo que quiero decir, pueden adoptar el siguiente símil. Supongamos que en el centro hay una luz brillante con una cortina alrededor. La naturaleza de esa luz que penetra a través de la cortina, y que es visible para una persona que está afuera, depende de la naturaleza de la cortina. Si sucesivamente se superponen varias cortinas parecidas en tomo de esa luz, ésta tendrá que atravesarlas a todas: y la luz percibida por quien esté afuera será proporcional a la que todas las coltinas no intercepten. La luz central se oscurece cada vez más, pero a medida que se retira una cortina tras otra, la luz se torna cada vez más brillante hasta llegar a su resplandor natural. De manera similar, la Mente Universal o la Ideación Cósmica es limitada y modificadacada vez más por los diversos upadhis que componen a un ser humano; y cuando la acción o la influencia de estos diversos upadhis es sucesivamente controlada, la mente de cada ser humano se pone en íntima relación con la Mente Universal y la ideación del humano se pierde en la Ideación Cósmica.